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domingo, 17 de junio de 2012

Casa Fúster, Jaimanitas, La Habana, Cuba.



www.aisaphoto.es
Un barrio encantado dentro de La Habana: Jaimanitas, Casa Fúster espectacular.

Una tarde de abril, cuando el sol ya se había ocultado y la luna llena intentaba asomarse tras las cortinas de las nubes tormentosas que colgaban del cielo, tuve el placer de visitar algo que no sale en ninguna guía turística y que a mis ojos fue todo un sorprendente 
descubrimiento, se trataba del mágico barrio de Jaimanitas, muy cerquita de Miramar.



Fue como teletransportarte  en un segundo al parque Güell en Barcelona, pero dentro de un pueblo llano y sin alturas, con gente en sus cuadras platicando y jugando a la pelota, sin más preocupación que el vivir y disfrutar de aquel bello paraíso terrenal.




Todo esto ha sido gracias a la intervención del artista cubano José Antonio Rodriguez Fuster, llamado en la isla "La respuesta caribeña a Pablo Picasso". Con su estilo primitivo, refleja el paisaje y el diario vivir de Cuba.




Fuster ha intervenido más de 60 edificios en el barrio de Jaimanitas, convirtiéndolos en un espléndido estilo Gauidi adornado con coloridos y fantásticos motivos en cerámica, 
convirtiendo un modesto barrio en un parque de esculturas de ensueño.





Con su arte no intenta buscar la comunicación con el público. Prefiere que la gente se encuentre.





Le gusta vestirse de alegría, llenar su casa de optimismo, transmitir energía con su obra. Trabaja siempre los amarillos, azules, rojos...todos los colores primarios. Su alegría de vivir está reflejada en el día a día y sustenta su trabajo.Su país es la fuente principal de ese estado anímico.


Cuando se le pregunto por su finalidad, él simplemente respondió: "Lo hago a partir del amor que siento por la gente. No hay mensajes en esto, sólo intento hace que el mundo sea un lugar mejor".


 Pasar una noche allí,es mágico y cual pócima derramada en el suelo, cobra vida y  enamora a los visitantes de la casa e inunda sus almas para que el amor fluya del interior y solo sus esculturas sean testigos mudos de esos pequeños instantes de amor y felicidad,
efímeros y huidizos. pero siempre presentes en algún recóndito lugar del corazón.




 Aunque el tiempo pase, aunque todo cambie, estas imágenes seguirán estando ahí, haciéndonos recordar que vale la pena vivir un instante así en un lugar tan maravilloso.


Conchy Aísa









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